Comenzaré el año con una reflexión casi filosófica acerca del ser y el no ser, muy ad hoc a los tiempos que estamos viviendo en donde somos y no somos. Espero que les agrade. Además, pienso en que a penas acaba de morir David Bowie, por ejemplo, y que a pesar de no ser un mega fan, sí era un admirador pero uno que no sabía que estaba enfermo. O también pienso que hace 6 meses se fugó el Chapo de prisión, por segunda ocasión, y que hace unos días fue recapturado, pero a penas dos días después nos enteramos que un par de actores lo entrevistaron hace poco más de 3 meses. Se es y no se es. Así amanecimos los mexicanos este año y a pesar de que el año que se fue ma ha dejado muchas puertas abiertas y grandes experiencias, quisiera compartirles una reflexión como la escribí en 2007 acerca de la burbuja. Sólo que hoy, con casi 9 años de guerra contra el narco que son casi los mismos años que lleva existiendo este blog, con licenciatura y maestría y trabajo y planes diversos que quiero concretar este año, con todo y que soy feliz como una lombriz, les quiero compartir la reflexión de la caja. Espero que les guste y para que encuentren la caja deben leer hasta el final. Feliz año nuevo y que les vaya muy bien en los días venideros.
La reflexión de la caja o de cuando más de una ya es montón.
A veces las cosas que parecen más ingenuas pueden resultar las más inquietantes y devastadoras. Aquellas que esconden una verdad tan apabullante como oculta y que pueden modificar tu concepción del mundo de una manera tal, que nunca más te vuelves a ver de la misma forma, que transforman tu mundo. Dan miedo. Y dan miedo porque a veces llegan cuando menos te lo esperas, porque uno no las busca. Dan miedo porque te atrapan en una red bastante pegajosa como para librarte de ella. Dan miedo porque modifican toda tu cosmovisión y tu ser. Todo parece que va más rápido. A veces el tiempo se detiene. Los acontecimientos del día a día nos toman por asalto. Todos los días nos enteramos de cosas nuevas que modifican todo lo que pensamos. Basta leer un poco el internet para querer salir corriendo de este mundo, de apartarse de todo. Ir a donde el tiempo va más lento y pararse un poco a respirar porque en ocasiones hasta respirar es difícil. Y créanme, la gente que gobierna, no ayuda nada.
Imagina que eres un pez al que de pronto le dicen:
--¿sabes que mañana vas a salir a dar una bocanada de aire a la superficie mientras nadas cerca de ella?
Y tu respondes --¡patrañas! Yo soy incapaz de respirar aire, eso que dices es imposible.
Pero justo al día siguiente, sin percatarte de que vas muy rápido y hacia arriba, de pronto te encuentras dando un salto en el aire suave y fresco por encima de alguna parte del océano que tanto adoras, que es tu vida. Y ahí es cuando, cayendo al agua, te desmoronas.
Un día, sólo por morbosidad, lo vuelves a hacer. Te gusta pero eres incapaz de saber por qué te gusta. Otro día lo repites y en un momento determinado quisieras volar y sentirlo como el agua que te cubre. Un pez maduro, de más de una generación, un pez eterno, una consciencia marina, te recuerda que el mar es para los peces como el aire lo es para las aves. Dice que quizá algún día haya peces que mueran queriendo conquistar el aire y que quizá haya otros que mueran queriendo vivir en el aire y el agua. Y eventualmente habrá algún ser que el futuro pueda vivir en el aire aun cuando sus ancestros vivieran en el agua, o que habrá aves que paseen por el agua pero cuyos ancestros no podían ni tocarle. O incluso, dice, habrá seres raros y hasta monstruosos que vivan en el mar y en aire, pero jamás, nunca jamás, un pez podrá tener aire, porque el aire se hizo para las aves y otros seres que no pueden ni volar ni nadar.
Como dijo, Kareleen, “las estrellas no son para los hombres”. Es similar. Tan ingenuo fue pensar en los hombres como conquistadores del espacio que cuando se percataron del poder casi absoluto de los superseñores -quienes se lo impedirían-, se horrorizaron al pensar que nunca podrían ir al espacio exterior, pero no por ello los hombres dejaron de ver las estrellas ni amar a su Tierra. No por ello estaban fascinados por su hogar y su infinidad. Los hombres, nunca fueron al espacio en la ficción de Clarke, ¿por qué yo habría de ir al espacio? ¿por qué habría de conocer el fondo del mar? ¿por qué habría de volar?
Amo tanto a la Tierra en donde vivo, en donde me concibo. No me veo sin ella. Ella es mi vida y mi ser. Tierra, la única Tierra. Creo que el mar, el cielo y las estrellas no son para mi. ¿O si?
Un día me levanté pensando que podría tocar el saxofón. Otro pensé que podría tener una casa teotihuacana en un terreno de al menos una hectárea en donde habría animalitos y plantas y un jardín y viviría feliz. Otro día pensé que podría tener un doctorado. Soy persistente. No abandono los sueños pero ¿acaso estoy soñando? No lo creo, aunque a veces uno piensa que alcanzar una estrella o explorar el fondo del mar son sueños. Pero no los persigo. Ellos me encuentran pero nunca llegan. Entonces es cuando no se si quiero vivir volando o nadando o convertirme en un monstruo anfibio y ambiguo que no sabe lo que quiere o que sí sabe lo que quiere pero no sabe si eso es lo que quiere. Tal vez otro ishiba en el futuro nazca mutado y se anime. Yo no. Y no porque no quiera mutar, si no porque yo debí nacer pez o ave para nadar o volar, o anfibio para pasar del agua al viento. No soy ni pez, ni agua, ni anfibio, soy un simple humano que para bien o para mal, tiene planes y una cosmovisión particular del mundo y creo que ni al mar, ni al cielo, ni a las estrellas, ni a la tierra que amo, adoro y deseo, les guste saber que quiero conquistar todo o que me conquisten, quiero todo, pero dudo que las partes que integran el Universo quieran compartir su belleza con mi ser. En el fondo ¿soy un monstruo?
La vida me dirá y tendrá la respuesta. Mientras tanto he de vivir con los pies en la Tierra. Ahí pertenezco y quiero pertenecer, así lo dicta mi conciencia. Aquí viviré. Aunque a veces me sienta atrapado en una caja de ilusionista, donde hasta el más hábil puede morir tratando de escapar.
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