Fue un día especial en la vida de Macedonio. Cuando despertó de aquel letargo tan inconmensurable se vio envuelto en llamas azules que refulgían con más intensidad que el mismo sol. Pero aquello no era un astro. Macedonio notó que la llama intensa se desvanecía conforme se incorporaba y en su lugar millones de estrellas blancas, rojas y azules, salpicadas sobre un manto negro con manchones morados, aparecían por aquí y por allá. Se veían tan cerca que Macedonio creyó por un momento que podría alcanzar alguna. De pronto, aquellos infinitos puntos se juntaron a gran velocidad formando un cúmulo brillosísimo que crecía alarmantemente. Lo que en un principio parecían millones de estrellas, pronto formarían una masa informe que parecía agua suspendida en el espacio ingrávido. Macedonio sintió una inexplicable atracción hacia el objeto y, como si flotara, se acercó poquito a poco y se sumergió en esa gota inmensa que pronto lo enguyó como un cocodrilo lo haría con su presa. En la Tierra, un ...
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