Todo empezó cuando a mediados del siglo XIX a alguien se le ocurrió que una imagen podría plasmarse en una capa sensible de nitrato de plata sobre una base de cobre y que, después de 15 ó 30 minutos, esta imagen podría observarse y postergarse con ciertas soluciones. En tiempos modernos ya no sólo es cuestión de plasmar imágenes, sino imágenes con alta definición, en movimiento y con sonido envolvente. A partir de la segunda mitad del siglo XX, pasamos del fonógrafo y el cinematógrafo manual a las motorizadas cámaras de 35 mm y a los cassettes de 8 pistas, al televisor, al cine en 3D, a los medios magnéticos de almacenamiento como cassettes mini ó de 8 mm para el cinito. Del super 8 al miniDV, del vinyl al beta o el VHS, el LaserDisc y el compact disc, del dvd al blue ray o a las tarjetas SD, del floppy de 5 1/4 al de 3 1/2 y luego al USB o al ZIP, luego a los discos duros portátiles de 10 GB y ahora hasta de 1 TB. En menos de 50 años, hemos visto cambios tecnológicos brillantes que no sólo suplieron a los daguerrotipos de Louis Daguerre pues también han modificado el arte en general de tal forma, que cualquier medio para llevar a la inmortalidad una imagen se ha visto abrumado por esta explosión de útiles perecederos. Todos somos viejos de alguna forma y aunque cada día en países del centro y la semiperiferia se incremente la esperanza de vida, parece que cada vez vivimos menos.
Era la ENAH. Se reconocía fácilmente por su media luna y su auditorio. El auditorio cada día se me figuraba más a la parroquia de San Vicente de Paul en La Perla. En esa ocasión había un evento de feministas que repartían volantes a la salida del edificio principal. En el lagartijero había una congregación de alumnas que exigían un alto al acoso. Entre las escaleras y la entrada principal había una fiesta que parecía rave entre los puestos de garnachas que alimentaban a los estudiantes. El patio central del edificio principal, no era más que una extensión de ese pasillo largo que todos los días tenía cruzaba para dar clases. Bajando la escaleras la vi recargada en el pasamanos. Cuando me vio se espantó. Quise saludarla por instinto, pero sus gestos me hicieron pensar que quería estar lo más lejos de mi. Lucía pálida y vieja. Usaba peluca. Finalmente huyó de mí hacia los puestos de garnachas y yo fingí no conocerla. Era la primera vez en casi dos décadas que no la veía. De regreso a la
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