El sol me dió fuerza, ese día nada podía salir mal.
Esa tarde, después de mucho esperar, descansé.
Esa tarde, después de mucho esperar, descansé.
Ese día quise tocar sus manos, verla a los ojos, pero
esa noche, la confusión y conmoción, me impidió tocarla.
Esa noche, con un poco de alcohol en las venas
y una desesperación casi asfixiante, hice mi declaración.
Mi declaración fue como el ruido ensordecedor e inquietante de un rayo,
las voces apagaron las voces, el roce de manos silenciaron los sentidos.
Una mirada bastó para saber que la verdad puede ser más fría que un pingüino.
Es día vi pingüinos, y me dio frío.
Esa noche lloré viendo una película que no terminé de ver.
Nada sería lo mismo jamás.
Nunca hubo mentiras y engaños, pero la verdad, la franqueza, la confianza,
la necesidad de decir lo que sientes y mostrar tus sentimientos frente a todos,
no siempre es la mejor forma de mostrar a todos el brillo y calor del sol.
Las cosas cambian por alguna razón. Todo pasa por algo, dicen.
Algunas veces, el astro rey ilumina los sentidos antes de ocultarse.
Supongo que hay días que duran toda una vida, y noches que duran eternidades.
Al final, aun los príncipes a morir vinieron,
las estrellas nacen y mueren y dan vida y se apagan.
Las galaxias absorben todo lo que gravita en torno a ellas y aun ellas colisionan.
El universo se expande pero alguna vez se retrajo.
El huevo de la gallina se rompe, se come o nace un pollo
que da vida que se come o simplemente el pollo se come.
Las plantas, sin sistema nervioso, pobres, mueren sin sentir dolor.
¿Pero qué sentirán? ¿Por qué se marchitan?
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