Imagen de un ciudad utópica, en Utopia vs Myopia
Desde el punto de vista estadístico también hay crisis. ¿Alguno notó siquiera que no hubo Conteo de Población y Vivienda en el 2015? ¿No? No pues para qué, si al cabo ahora el INEGI y sus súper estadísticas macro económicas y tecnócratas, transforman a los humanos en números y proyecciones y cifras. Viene a mi mente esto porque ahora se supone que somos 130 millones de mexicanos. Y yo me pregunto ¿tocaron la puerta de su casa para preguntarle si quiera cuántas personas viven adentro? No, son estadísticas de bolsillo. Llaman por teléfono a algunas personas y a otras van y las visitan y hacen una muestra censal de menos del 10%, y como estadística del INE, las del INEGI también dan resultados súper mega precisos con más de 2% de confiabilidad. O sea, ¿como para qué invertir en contar a la gente que vive dispersa en las sierras mexicanas, o en los pueblos alejados de las cabeceras municipales, si desde la comodidad de un escritorio se puede censar un país entero, sus comercios, sus anhelos, sus aspiraciones, lo que producen al año como un todo y que sirve para presumir ante al mundo que México está ATM? A veces me pregunto, y ¿qué tal que somos 150 millones de mexicanos, pero como con la pobreza, también bajamos o subimos los mínimos y los máximos, de tal forma que de un plumazo hay menos pobres? Digo, si oficialmente somos 130 millones, pero en realidad somos 150 millones, en las noticias podríamos hablar de una riqueza X [que es producida por 150 millones] pero que distribuida entre la población oficial de 130, resulta que ahora estamos mejor que antes. No sólo hay menos pobres de un plumazo, ahora de un plumazo hay menos gente y por tanto menos personas a quién rendir cuentas, aunque sea hipotéticamente.
Imagen promocional del libro de Philip K. Dick, Ubik, en los 70'
En mi mente México hoy se convirtió en una distopía surreal con tintes de ficción futurista a la Asimov, pero con la paranoia de Dick en Ubik, en donde los más pudientes sin llegar a ser ricos, viven la vida loca del Mundo Feliz de Aldoux Huxley, y los más jodidos, aunque no necesariamente los más pobres, viven la vida fantasiosa y miserable de 1984 de Orwell. Y es que hoy por hoy, hay gente que ve la tele y vive feliz, en ese mundo fantástico de la telenovelas donde todo es paz y amor y aunque hay malos, los buenos los derrotan o incluso la misma vida les da su merecido, hay justicia divina y para que ocurra, sólo debemos ser buenas personas y vivir sin defendernos, sólo siendo buenos, obedientes, modestos. Claro que si uno ve la tele con calma, ve que las personas que salen ahí no son negros ni morenos, y si lo son, vemos que son los jodidos, o a los que matan. Los buenos son blancos, y bonitos, pueden vivir en la basura como María la del Barrio, pero con su belleza, humildad y bondad, ya ven que luego viste armani, vive en una mansión casada con un hombre rico y bueno, ella, sin ser tan exitosa como él, pues es obvio que su cuerpo jugó de su lado y como virgen, se consagra a la vida casi de monja y la vida la recompensa. Si, si, todo junto, machismo, feminismo, esquizofrenia y megalomanía, fantasía, locura, bondad, humildad, pobreza, riqueza. Y que los morenos que son feos, sean los pobres buena onda o los malos ricos que matan al final. FIN.
En otra ficción, el Ministerio de la Verdad en Puebla manda deshacerse de los periódicos de las hemerotecas. Luego en la ciudad de la Alegría, rebautizada como cedemequis, o "the non-city estate that is a state, and that is a city and a City" (la no-ciudad inmobiliaria que es estado, que ahora es ciudad y Ciudad), el doblepensar del nuevo gobernador megalómano denominado MAME, dice que por beneficio de los ciudadanos está dispuesto a pasarse la ley por los webos, para que una obra millonaria de sus cuates se haga porque se haga. Igual que el doblepensar del presidente, cuando dice que el nuevo aeropuerto que destruirá una reserva ecológica será ecológicamente responsable.
O qué me dicen de la ficción de los Institutos Nacionales (de estadística o electorales) que manejan estadísticas psicohistóricas al estilo Hari Seldon y que son capaces de predecir con precisión casi atómica, no sólo quién ganará las elecciones sino con cuántos votos y porcentajes. O las otras instituciones, que adquieren tecnología de punta y que ni saben cómo funciona o la usan para fines perversos. Que ora recuerdan a los Estados-planetas que rodeaban Términus, como Anacreonte, ora me recuerdan a los niñitos que denunciaban a sus papás con el partido. Si porque, al final, los Estados Anacreontianos son curiosos y ridículos, manejan teconología muy avanzada para ellos mismos, que ni saben cómo funciona (como los cascos con cámaras de video que no sabían desencriptar), o cuando la usan no es para protegernos del crimen, si no para espiarnos como las cámaras del Gran Hermano.
En los mundos raros que nos tocó vivir, también el Estado quiere regular con quién podemos y con quién no podemos juntarnos en la vida; ha habidos casos donde los jueces, convencidos de hacer un buen trabajo hablan de que la gente "excede su libertad de expresión". O vemos con buenos ojos que el Estado use balas de goma y metal para cazar estudiantes que no han recibido su beca. Y es que nos hicieron como limosneros, un estado "paternalista" que nos enseño a estirar la mano para todo y que ahora nos trata como el proxoneta que siempre fue. Y nos exige trabajar más por menos. No es broma, México es uno de los países que más horas trabaja al año. Luego salen los economistas del Ministerio de la Abundancia a defender al Gran Hermano (que no, no es el gobierno, es el Sistema Capitalista) y dicen que trabajar más no es sinónimo de productividad y que OBVIO, estas personas que se parten el lomo durante mínimo 8 horas y que en grandes ciudades pueden gastar hasta 4 horas de su tiempo para ir a trabajar, no pueden ganar más. Y entonces no sólo trabajamos más, sino que ganamos menos. Tampoco es broma, México tiene uno de los salarios mínimos más bajos del mundo. Claro que en la visión tecnócrata y neoliberal, no es verdad, porque "en realidad" aunque el salario sea bajo, nadia gana el mínimo, aunque las estadísticas oficiales digan lo contrario. ¡Ajá! Regreso a mi punto, si manejamos las estadísticas podemos decir que no es cierto y que, no esperen, los blancos ganan más que los morenos. En México no hay negros. A los mexicanos nada nos embona. ¡Hey! ¿Ya vieron? Acaban de descubrir un tzomplantli en Templo Mayor, bueno, lo descubrieron hace 7 años. Ah si, ya atraparon al ex gobernador de Quintana Roo. Y sí, ya es el mes del orgullo gay. Por eso hay que protestar contra Venezuela porque allá viven un infierno socialista, algo que podría hacer el Peje en México. Es decir, aquí en México, gracias el Ministerio de la Paz, llevamos 200 mil muertos, incontables desaparecidos e incontables desplazados, como ningún país latinoamericano hoy, por una guerra contra las drogas [por cierto ya se puede drogar uno con fines terapéuticos y ya se puede cultivar mariguana eh, por si estaban con el pendiente], pero obvio todos los perjudicados de la guerra son malos, de esos morenos como los malos de las novelas, o como los chinos. ¡Pinches chinos come perros! Pero en México no estamos tan mal como en Siria, en Siria si están mal, pobres, es por el terrorismo. En México debemos estar agradecidos con el Gran Hermano, no perdón, con todos los políticos que se parten el lomo por nuestro beneficio. Esperen ¿de qué hablaba? Ah si, del salario y el trabajo. Pues eso, que tal cual como el Ministerio de la Abundancia, trabajamos un montón, producimos un montón, pero pues no es para nosotros ese montón [bueno, yo no, yo soy un webón que está becado y que se dedica a escribir, pensar, criticar, hacer un poco de investigación arqueológica y pensar que su trabajo salvará al mundo, obvio].
Imagen de la película 1984, basada en el libro homóńimo de Georges Orwell
Y entonces todo esto se traduce en ubicuidad al por mayor. En la misma ciudad puede uno ir del siglo XIX al XXI, y de la pobreza a la riqueza en un sólo paso consciente. Por ejemplo en Polanco, donde enfrente de una plaza comercial está la pareja de indígenas vendiendo flores como solían hacerlo en el siglo X, mientras su hijo pide limosna en la salida del metro, mientras un vagabundo se masturba debajo de sus sucias cobijas que le regalaron en el Convento. Ahí mismo pasa el hipster con su iPhone 7 y sus Earpods, presumiendo su hoverboard con el que va al trabajo ahí cerca. Y en este mismo universo, se ve un poco más alejada una pareja de gringos que se han bajado de un coche convertible, admirando la entrada a una plaza famosa que ha hecho a bien poner flores de lavanda en la banqueta, y que luce una fuente en donde deambulan los valet parking. Ahí mismo, se ven otras personas que salen de la plaza, y que se dirigen a su casa en Huizquilucan, allá por Interlomas, seguramente judios, no lo se, pero no saben que ahí en la casa entre los quelites, poblaban antiguamente otomíes o nahuas que no creían en un sólo dios. Luego en vista casi telepática y panóptica, dirigiendo la mirada hacia las montañas del poniente, lejos del Anahuac que se quedó sin agua, los vemos partir en su Ferrari hacia su Casa Blanca, y como cococrilos en los pozos de agua que rodeaban los castillos medievales, vemos a los pobres que viven entre las barrancas observando hambrientos a la nobleza impávida, que sobre de ellos, cruza los ríos secos para dirigirse a la zona de sus castillos modernos.
Y así...
Estimado Julio, gracias por tu comentario. En efecto quién sabe a qué distopía o utopía nos dirigimos. El panorama es funesto. Gracias por compartir tu blog. Voy a leer el vínculo que mandaste :D
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