Ir al contenido principal

–Necesito un ubik. –¿Un uber? –¿Un qué?

Edificio Principal ENAH


Era la ENAH. Se reconocía fácilmente por su media luna y su auditorio. El auditorio cada día se me figuraba más a la parroquia de San Vicente de Paul en La Perla. En esa ocasión había un evento de feministas que repartían volantes a la salida del edificio principal. En el lagartijero había una congregación de alumnas que exigían un alto al acoso. Entre las escaleras y la entrada principal había una fiesta que parecía rave entre los puestos de garnachas que alimentaban a los estudiantes. El patio central del edificio principal, no era más que una extensión de ese pasillo largo que todos los días tenía cruzaba para dar clases.

Bajando la escaleras la vi recargada en el pasamanos. Cuando me vio se espantó. Quise saludarla por instinto, pero sus gestos me hicieron pensar que quería estar lo más lejos de mi. Lucía pálida y vieja. Usaba peluca. Finalmente huyó de mí hacia los puestos de garnachas y yo fingí no conocerla. Era la primera vez en casi dos décadas que no la veía.

De regreso a la entrada del edificio principal, en la fiesta, coqueteaba con amigas mientras de reojo miraba a las estudiantes con minifalda o pantalones ajustados. Tanto a mis amigas como a las estudiantes me parecía que yo les daba asco o lástima, me veían de forma condescendiente y a veces un poco ansiosas. Llegué a los tacos de la entrada al edificio. Ahí me esperaban un par de amigos para comer. Como el puesto estaba en la entrada veíamos gente entrar y salir del edificio todo el tiempo. Encontramos a una de mis amigas más guapas con quien coqueteaba y que acababa de saludar a todos en la fiesta y finalmente se dirigía a su casa. Platicó un rato cocn nosotros y comenzó a bromear con uno de mis amigos más añejos. Mi amigo vestía un traje un poco ajustado para su talla. No usaba corbata y la camisa estaba desabotonada al final haciéndole ver su pecho peludo con canas. Mi amigo estaba de visita. Un amigo de la infancia que se dedicó a vender bienes raíces y que desde que dejó la secundaria comenzó a usar saco, pantalón de vestir y camisa blanca. Diría mi mamá: parecía estampa. En sus años mozos solía contar de múltiples experiencias con mujeres en donde él solía ser un macho alfa tan deseable como para frecuentar a dos o más parejas y satisfacer a todas. Yo veía enfrente de mi a un amigo aun con chispa en sus ojos y ahora mismo, a pesar de su nariz roja y rechoncha, su canas en el pecho y tinte en el cabello, coqueteando con mi joven amiga que le hacía notar su rinofima. Él lo negó. Nos contó que la nariz roja era porque había estado tomando en la fiesta y que si la nariz parecía chueca era porque días atrás se había enfrentado contra un borracho en un bar. Mi amiga, en tono irónico, y haciendo un ademán para despedirse, le dijo que entonces era un feo queloide. Ni él ni yo sabíamos a qué se refería con rinofima ni con queloide, y ni uno ni otro preguntó, pero otro de mis amigos hizo una broma de que en realidad se le había atragantado el orgullo de galán a nuestro amigo y con un gesto imitando la maniobra de Heimlich para sacárselo, presenciamos una escena muy graciosa. Sin darnos cuenta, una cámara de seguridad a la entrada del edificio proyectaba nuestros cuerpos informes en un pequeño monitor de la cabina de vigilancia que mostraba en tono azulado lo que parecía un rescate debajo del mar. Mi amigo terminó escupiendo agua para darle realismo a la imagen. Todos comenzamos a reir con excepción de mi amiga que para entonces ya se había retirado.

Fue en este momento cuando la vi otra vez. Huyendo de mi. Más vieja que antes. Pasando a un lado de nosotros, con mostrada repulsión. Ya no traía la peluca, no era calva. La luz del sol avivó los detalles rancios de su piel madura. Supuse que había participado en los eventos de la fiesta y no podía sacarme de la cabeza su imagen infantil inundada de años y arrugas. Desde aquel momento no la volví a ver jamás. Una parte de mí se revitalizó pero sentí pena al verla así. Ella, mi amante, lucía mucho más jovial y joven que yo cuando deambulamos por Chapultepec y nos besábamos todo el día. Hoy me parecía que el tiempo se la había ido encima y que yo estaba por encima del tiempo.

Ese día, sin embargo, reflexioné un poco sobre mi vida. Se había reducido a caminar por los pasillos desconocidos de mi vieja escuela, coquetear con chavitas de poco más de 20, y a ver a mi colegas cada día más anticuados, de quienes huía a la menor provocación porque no quería que me asociaran con las ruinas que deambulaban en los pasillos de arqueología. Para contrarrestar lo añejo de mis relaciones laborales, terminé en un grupo de amigos donde casi todos eran estudiantes de los últimos semestres, recién titulados, doctorantes y postdoctorantes. Evitaba a toda costa relacionarme con mis colegas calvos, encorvados, barbones o que olían a kareishu. Creo que huía de la presencia de mis colegas como aquel día mi ex amante huyó de mi.

Cada día, después de dar clases regresaba con mis compañeros de casa a dormir. Compartíamos un antiguo departamento en el centro de la ciudad. Un día de tantos, poco después de los eventos donde mi ex amante se hizo presente, un amor del pasado apareció en el departamento, acompañada de uno de mis compañeros. Los saludé rápidamente mientras salía de la cocina, mi compañero notó que nos conocíamos cuando nos dimos un abrazo, y sin más se dirigió al baño diciendo que no tardaba. A pesar de no haberla vista en mucho tiempo, ese día estaba terminando un trabajo que debía entregarse esa misma tarde y le dije que se sintiera como en casa, que yo estaría trabajando en mi estudio pero que desde ahí podía escucharla para ponernos al corriente tanto como se pudiera. Ignoraba si mi compañero de departamento era su pareja o no.

Mi estudio era contiguo a la sala y estuvimos platicando y poniéndonos al corriente, irónicamente, como si el tiempo nunca hubiera pasado. Me comentó que regresaría con más tiempo en un par de días para tomar un café y platicar con más calma si yo no tenía nada qué hacer. Me dijo que ahora mismo no tenía mucho tiempo pues sólo pasaron para que mi compañero se bañara y saldrían en fuga hacia una obra de teatro. Le dije que no había problema, y que me parecía excelente idea vernos en un par de días. No teníamos forma de vernos directamente salvo que yo me asomara por la puerta de mi estudio o volteara hacia el espejo de Olinalá que tenía colgado y que si lo miraba desde el escritorio me dejaba ver parte de la sala.

Habían pasado poco menos de 10 minutos. Era tarde y nos gustaba mantener las luces de la casa tenues por lo que en realidad nuestra departamento parecía más viejo, lóbrego y lúgubre. Mi ex novia me contó que recientemente había terminado una carrera en psicología y que se acababa de titular. Había dejado la carrera de artes cuando éramos jóvenes y novios. Nos separamos básicamente porque ella se fue a vivir a Tampico y yo permanecí en la Ciudad de México. En algún momento, mientras tomé unos papeles de un pequeño librero, vi en el espejo que se había quitado la blusa y, quizá sin saberlo, me mostraba su grandes senos iluminados por la luz amarilla y débil sobre la mesita del teléfono. Era la primera vez en muchos meses que me excitaba, y la primera vez en años que la veía así. Pero mi cuerpo realmente no reaccionó. ¿Me estaba seduciendo? ¿Sabía que la veía? Se tocaba el pecho como jugando con el y en algún momento se quitó el sostén. Sus grandes senos quizá tenían un origen quirúrgico pero en ese momento me parecían deliciosos. Disfruté el espectáculo tanto como pude, y  jamás pensé en hacerme presente. Cuando mi compañero de departamento anunció que ya sólo se lavaba los dientes, mi ex novia simplemente volvió a vestirse. Noté, sin embargo, que se ponía un vestido anticuado y rígido como sacado del siglo XX. Ignoraba si sólo se había cambiado de ropa o usaba lo mismo con lo que llegó. Mi compañero finalmente apareció, y me anunció su salida. Salí del estudio y ambos vestían de forma similar. Me pareció que vestían un disfraz de catrín. Mi ex novia de pronto se vio vieja. Al despedirme noté arrugas en su escote, arrugas en sus ojos, pelo cano y dientes maltratados. Me dio repulsión. Me alegré de no acercarme. Los despedí y comencé a pensar en un pretexto para no verla nuevamente ante  su amenaza de volver en un par de días. Mi compañero finalmente me confirmó indirectamente que ambos eran parte de una obra de teatro y que tenían que salir al ensayo. Que se encontraron a afuera del departamento, que él le dijo que iba atrasado pero que debía tomar una ducha y arreglarse y que ella le dijo que podrían caminar juntos y que aprovecharía para cambiarse mientras él se bañaba. No eran pareja y ella no me estaba seduciendo. Me sentí doblemente estúpido, por pensar que ella sabía que yo la veía y por pensar que era tan bella como se veía en el espejo mientras la veía.

Ese día por primera vez en mucho tiempo me sentí liberado del peso de los años. Me sentí realmente jovial. Y preparé todo para al día siguiente invitar a una de mis amigas a salir, una postdoctorante muy brillante y guapa que siempre olía a frutas del bosque.

Al día siguiente me bañé, me rasuré, me puse crema en la cara. Me puse crema para el cabello. Me perfumé. Me lavé los dientes. Y antes de salir me vi al espejo de forma contemplativa. De pronto, frente a mi, tenía a un ser abominable, irreconocible, enjuto, con la piel como corteza de árbol. Un decrépito que se formó en el espejo y que me causó repulsión y miedo. Mi mundo se contrajo frente a mi. Me di asco. Conocía a mi ex novia y mi ex amante cuando era un joven adulto de veinticinco años. Mañana cumpliría cincuenta y cinco. Entendí que a esta edad, muchos de nosotros huimos de nosotros mismos. Descubrí con náuseas que los más perversos buscan desesperadamente la fórmula para no envejecer en la piel joven y tersa de jóvenes que se dejan seducir con palabras.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

¡NO AL AUMENTO DE LA TARIFA DEL METRO! ¡SÍ AL AUMENTO SALARIAL!

Algunas razones por las que estoy en contra de la subida de precios en el metro: en términos absolutos y relativos, la mayoría de la gente que usa el metro por antonomasia está jodida (cuándo han visto a un político o empresario usarlo que no sea para sacarse la foto); los que no están jodidos lo usan por necesidad para evitar estrés o congestionamiento vehicular o para ir al Centro Histórico y no meterse al hormiguero; los menos, son personas que están apostando por una mejor ciudad y entonces dejan de usar su automóvil o lo usan mínimamente el subsidio no se quitará aunque aumente de precio el metro (ver http://www.oem.com.mx/elsoldemexico/notas/n3189999.htm) el gobierno ha amenzado que no removerá a los vagoneros hasta que no se decida el precio nuevo...esto en China y Tangamandapio es "CHANTAJE" (ver  http://www.eluniversal.com.mx/ciudad-metropoli/2013/metro-operativo--967190.html )  planean hacer militarizada la seguridad del metro y aumentar número de policías

History of Mexican cinema

Some days ago, I tried to explain the history of Mexican cinema to two friends, one British and one French. It was hard, but from my perspective, ignorant and humble opinion, I came up with an age classification: pre-1968 or the so-called «Golden Age»: This era is characterised by a wide range of topics and experimentation. Thoughtful scripts, but also some movies framed within Mexican nationalism and some others even indoctrination. However, overall they are not so bad and actually, they reflect a Mexico that is way far gone, not only physically but ideologically or culturally. It is called the Golden Age not only because of the quality of the movies but also the amount of movies and genres. Comedy was well represented by famous figures such as Chabelo, Tintan, Cantinflas, Resortes, and even Viruta and Capulina. Drama was well represented with famous figures such as Pedro Infante, Dolores del Río, María Félix, Pedro Armendariz, Emilio Fernández, Sara García, Fernando Soto, María Eugen